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Vivir con un trastorno límite de personalidad

 

 

“Me fui abajo totalmente, no me podía levantar de la cama, ni siquiera para hacer las cosas que a mí me gustaban. Dije: si sigo así, me mato. Sentía que ya no podía estar peor; o me trataba o se acababa mi vida”.

Este es parte del relato de María Ignacia Morales, joven de 25 años que fue diagnosticada con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) –llamado comúnmente ‘borderline’– hace un año. A través de su cuenta de TikTok, con más de 37 mil seguidores, visibiliza el trastorno, combate la desinformación y ayuda a eliminar los estigmas asociados. “Tenía una necesidad tan grande de sentirme entendida que dije: voy a hacer esto porque debe haber mucha gente como yo que no sabe lo que le está pasando”, explica.

El Trastorno Límite de la Personalidad se define como una estructura de comportamientos y pensamientos en el que hay mucho desequilibrio a nivel emocional e inestabilidad en la percepción de uno mismo y del mundo externo. Según los estudios, su origen es multicausal; una combinación de genes con factores ambientales y sociales. Las experiencias traumáticas y negligentes de los tutores, como la falta de estabilidad en las relaciones, invalidación emocional y abuso sexual, sumado a una vulnerabilidad genética en las emociones, juegan un papel crucial en la predisposición al desarrollo del TLP.

La psicóloga certificada en este tipo de trastornos, Natalia Álvarez, explica que el núcleo del trastorno es la intensidad con la que son vividas las relaciones interpersonales. Algo que Ignacia reconoce pues siempre fue catalogada como alguien muy intensa y dramática. “Cualquier problema mínimo que yo tenía en mi vida me desarmaba en todo. Si la gente siente hasta diez, yo siento hasta mil”, asegura. Y es que –como explica Nicole Tobar, psicóloga con experiencia en Terapia Dialéctico Conductual (DBT) utilizada para tratar el TLP– “estas personas no pueden ver matices ni grises, ven bueno o malo, blanco o negro. Les cuesta separar lo que está en su mente de lo que está fuera”.

Otra de las características es la impulsividad. Nicole explica que son personas que tienden a acciones autolesivas, como cortes, consumo de drogas o conductas sexuales de riesgo. “Las personas con este trastorno nos exponemos mucho. Uno de los síntomas es tener conductas riesgosas, es ir a carretear y pasarse con el copete e incluso refugiarse en otras drogas, porque sientes muy intensamente todo, ya sea enojo, felicidad o tristeza”, cuenta Ignacia y añade que es esa impulsividad la que hace que se sienta muy frustrada por no llevar su vida como quiere. “Yo estoy muy segura de que quiero A, pero siempre termino haciendo B y no entiendo y de verdad me desespera porque soy inconsecuente conmigo misma”.

De la mano de esto vienen los intentos de suicidio. Según un estudio, del total de personas que intentan terminar con su vida, un 74% cumple con los criterios para tener un Trastorno de Personalidad Límite. Francisca Sbraga es psicóloga y diagnosticada con TLP. Explica que estos intentos “tienen más que ver con querer dejar de sufrir que con dejar de existir, o a veces la existencia es tan dolorosa que no se concibe”.

“Atenté varias veces contra mi vida. Es tanto lo que sientes que quieres apagarte”, reconoce Ignacia. “En el primer intento que tuve estaba súper mal, me tomé las pastillas y me fui a acostar a mi cama. Como nunca mi hermana chica llegó a mi pieza y como una lucecita, me dijo: Igna no te mueras, por favor. Ahí me fui al baño a vomitar, a sacar todo de mi cuerpo y logré que no pasara a mayores. Cuando se lo conté a mi mamá me dijo que no le dijera a nadie”.

Y además –dicen las expertas– está la falta de regulación emocional. Las personas con este trastorno tienen una alta sensibilidad y fuerte reacción. La emoción los abruma y pierden la capacidad de pensar y de autorregularse. La psicóloga Natalia Álvarez explica que lo que diferencia este trastorno de otros, como la Bipolaridad o Depresión, es que las personas con TLP “no cambian de ánimo por algo insignificante, sino que los gatillantes siempre son relaciones interpersonales; peleas, conflictos de abandono o no sentirse entendidos. Ahí se expresa toda esta impulsividad y pobre regulación emocional, que muchas veces puede ser expulsada de forma violenta”.

La desinformación es la razón por la que Ignacia empezó a grabar videos para TikTok. “Cuando me diagnosticaron este trastorno no entendía lo que era. ¿Depresión? ¿Ansiedad? ¿Bipolaridad? Si yo no lo entendía, ¿cómo lo iba a entender el resto?”, dice. Quería concientizar y a la vez eliminar los diferentes mitos y estigmas que se asocian al trastorno.

“Que son personas manipuladoras”: Natalia afirma que en estos casos no se habla de manipulación, sino que de una mala gestión de recursos. “Está esa idea de que se cortan solamente para llamar la atención, pero no es así. Es que esa persona tiene tanto susto al abandono, que la única forma de regularse emocionalmente es recurrir a los cortes. Esa es la única estrategia que tienen para poder regularse emocionalmente. En otras palabras, hacen lo que pueden con los recursos que tienen”.

“Que son narcisistas y egoístas”: La psicóloga Francisca Sbraga habla desde su experiencia: “A veces las personas con trastornos límites somos muy centradas en nuestro dolor y no podemos entender cómo no nos entienden. Entonces, al pedir ayuda, puede parecer que estamos pensando sólo en nosotros. Pero el dolor es muy grande. Te lo podría describir como la sensación de estar quemándome completa, estar ardiendo. Este trastorno se describe como uno de los problemas de salud mental más dolorosos, porque realmente hay un sufrimiento físico, similar a una quemadura de segundo grado”.

Ignacia coincide: “se piensa que los Borderline somos personas malas, egoístas, que no pensamos en otros y que solo nos importa divertirnos. Pero no es así, a pesar de que muchas veces pasamos a llevar el resto, no es algo que nosotros tengamos en control”.

“Que no pueden tener relaciones interpersonales”: La psicóloga Natalia Álvarez asegura que estas personas sí logran mantener relaciones y cree que incluso hay un deseo de ello. Sin embargo, Nicole Tobar explica que estas relaciones pueden ser inestables y complejas dada la intensidad con la que se experimentan, alternando entre idealizar y devaluar a las personas debido al miedo al abandono.

“En verdad yo no las culpo. Mis amigas me dijeron que no se la podían conmigo, con cómo yo estaba actuando, con cómo yo estaba viviendo mi vida. No se sentían con la capacidad de ayudarme y es que, en el fondo, también las pasaba a llevar a ellas”, reconoce Ignacia. “Todas las relaciones que genero son dependientes hacia una persona. Es algo que estoy trabajando en terapia, pero creo que va a ser un patrón difícil de romper. Me obsesiono con la gente porque la quiero tener ahí, porque no quiero estar sola, porque le tengo terror al abandono”, admite.

“Que es crónico y no tiene tratamiento”: Natalia Álvarez afirma que hoy día existen muchos tratamientos con evidencia empírica para decir que esto no es una sentencia de por vida. A través de estos se puede tener una vida mucho mejor, con un funcionamiento tremendamente distinto al que están teniendo que les causa dificultades. Se debe destacar que no es que las personas con TLP quieran ser así. Sufren mucho por la forma en que están funcionando y la desregulación emocional con la que viven, simplemente, está fuera de su control alcanzar ese cambio solas.

La psicóloga Francisca Sbraga destaca la importancia de que las personas se psicoeduquen y comprendan que el TLP es una condición de salud mental real. Para los familiares y amigos, Natalia Álvarez destaca la importancia de ser actores clave en la recuperación, pero también sujetos de intervención para comprender y contener a la persona afectada sin generar frustración ni desgaste. Las expertas sugieren que, en momentos de crisis, lo mejor es ofrecer apoyo, buscar alternativas para manejar situaciones difíciles y, sobre todo, evitar la invalidación emocional, que contribuye a la perpetuación de los síntomas.

“Yo creo que con lo que más luchamos las personas con TLP, es que no nos sentimos entendidos. Siempre nos sentimos juzgados. Lo bueno es que a mi vida han llegado esas personas, como lucecitas, que te abrazan con lo que tú eres y con lo que tú sientes. Es como ‘amiga tranquila, aquí estamos’. Lo que uno más valora es que te escuchen, que te acompañen, que no te juzguen y sentirse validada”, comenta Ignacia, que hace un mes comenzó una nueva Terapia Dialéctico Conductual, con la que, según dice, ha adquirido nuevas estrategias para regularse y poder vivir como una adolescente normal. “En momentos que me siento más vulnerable y veo todo negro trato de votar, llorar, llorar, llorar. Escribo mucho, canciones y poemas. Cuando ya no lo puedo controlar y siento que voy a colapsar, llamo a mi mamá o hermana y vienen a ayudarme”.

Otra estrategia que comparte es el mindfulness. “Meditar, practicar respiraciones, decir: este pensamiento no me va a invadir, no se va a quedar en mi cabeza todo el rato. O concentrarme en leer un libro o escuchar música, salir a caminar o fumar un cigarro. Más que nada es mantenerte concentrada en algo que te libere de estar pensando todo el rato en lo penca que eres, lo mal que lo has hecho, lo sola que estás”, agrega.

No niega que los fármacos sean importantes, pero los describe como un “parche” y afirma que la única manera de trabajar lo que tiene y ver cambios es con terapia. “Lamentablemente, en Chile nada la cubre y es carísima”, se queja. Al respecto, Francisca Sbraga denuncia que el Trastorno Límite no está dentro del programa de Garantías Explícitas de Salud (GES) y debería estarlo. “Somos aproximadamente el 2% de la población en Chile y el gasto sobrepasa un sueldo mínimo. No podemos estar hablando de salud mental y decir que somos un país súper conscientes de ella cuando tenemos a una población con muy alto riesgo suicida a la deriva”.

Según Ignacia, lo que le da esperanza para trabajar en sí misma y alcanzar sus sueños y metas es el camino de tratamiento en el que está. “Siento que ya toqué fondo y cuando uno toca fondo, solo queda salir hacia arriba. Después de la terapia, inmediatamente me siento más capaz. Desde la sesión uno que te hacen poner habilidades en práctica y cuestionarte cosas. Siento que estoy muy bien encaminada y cualquier persona que tenga este trastorno puede encaminarse y puede surgir”, concluye.

 

Autor: Anita Montes / La Tercera.