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Abusos sexuales - Mecanismos de defensa tras el trauma

 

Las personas que han sufrido abusos sexuales suelen alcanzar un estado de Disociación. Los trastornos de Disociación de la Identidad provocan que la persona alcance un estado auto-hipnótico o "casi de trance" que haga frente al trauma vivido. De esta manera emerge una personalidad alterada que se hace cargo del trauma y permite aislar los recuerdos y emociones.

Los Trastornos Disociativos son definidos como "una alteración de funciones integradoras de la conciencia, la identidad, la memoria y la percepción del entorno" (DSM-IV) o como "la pérdida total o completa de la integración normal entre ciertos recuerdos del pasado, la conciencia de la propia identidad, ciertas sensaciones inmediatas y el control de los movimientos corporales" (CIE-10).

Los Trastornos disociativos incluyen la Amnesia Disociativa, caracterizada por la incapacidad de recordar la información personal importante, y que se debe normalmente a un trauma o al estrés.

Otro trastorno disociativo es el de La Fuga. Esto sucede cuando alguien abandona de repente su hogar o lugar donde se encuentra y no es capaz de recordar su pasado. A veces, ésta persona asume una nueva identidad, total o parcial.

El Trastorno de Identidad Disociativa (o Personalidad Múltiple) provoca que existan dos o más personalidades distintas en el mismo individuo, siendo cada una de ellas la dominante en un momento determinado. Por último, la Despersonalización se caracteriza por la sensación de que la persona se encuentra separada de sus procesos mentales o cuerpo, y va acompañada de un sentido intacto de la realidad.

Además de por otras razones, los trastornos disociativos pueden darse en casos de estrés post-traumático y sus síntomas suelen presentar parálisis emocional, Flash back (recuerdos pasados que vuelven a aparecer) y separación del propio Yo. Cuando la disociación es grave, es posible que la persona haya llegado a ese punto como mecanismo de defensa. Sería como una manera de romper con esos recuerdos o emociones negativas, y por ello no es raro que las personas que han sufrido abusos sexuales "disocien" para protegerse inconscientemente de los efectos del trauma.

Cuando una persona ha padecido abusos sexuales, puede llegar a ser bastante autodestructiva, experimentando profundas emociones de ira, pánico, vergüenza o miedo. Cuanto más pequeño fue el niño cuando abusaron de él por vez primera, más significativa podría ser su disociación.

Una defensa eficiente

La disociación es una defensa rápida y eficiente. Influye en el bloqueo de la memoria y coloca el trauma en la parte corporal, es decir, ese mismo trauma se refleja en la postura del cuerpo, en la rigidez de los músculos, en una respiración pobre, en unos hombros agachados y otra serie de aspectos. Por otra parte, contiene también la expresión más externa de las emociones, sensaciones o impulsos, reflejando un comportamiento agresivo, pérdidas de control, tendencias suicidas o agresión sexual entre muchos otros.

Cuando el niño/a o persona abusada utiliza inconscientemente la disociación como defensa, ésta se acaba por convertir en su método elegido para hacer frente a todas las amenazas que se le presentan, a pesar de no ser el método más adecuado. Suele ser común, que las personas que han sufrido algún tipo de abuso sexual se habitúen a ser víctimas. Su sistema cognitivo es tan fuerte que impide cualquier cambio o mejoría.

En otras ocasiones es el miedo el que impide un avance en el proceso terapéutico. Físicamente, los pensamientos acaban somatizándose en la manera de respirar, en la falta de voz, en los movimientos que se realizan y en la inclinación del propio cuerpo. A su vez, estos pensamientos se manifiestan emocionalmente en forma de depresiones, tristeza, cólera, rabia, falta de motivación, poca concentración e incluso dificultad para mantener relaciones sexuales sanas y satisfactorias.

No sólo el miedo y los rígidos patrones cognitivos son los que impiden un avance en la "curación" cuando ha existido un abuso. La Vergüenza suele actuar como una fuerza más que destructiva que llega hasta el fondo de la propia persona, y la Culpa se convierte en una de las principales fuentes de identidad, "Yo tuve la culpa, fue mi error, no hice nada para evitarlo..."

La superación de estos dos sentimientos (vergüenza y culpa), pasan por aceptar la verdad y abrazar el cambio. Decirlo en alto, poder escribir acerca de ello y aplicar cualquier forma de expresión, para poder pasar del dolor a la aceptación y superación. Superar no olvidando, sino transformando la manera de vivirlo. Cuando la persona comienza a afirmarse interiormente permite que la verdad curativa comience a ocupar su propio lugar.

Autor: Ángeles Álvarez, psicóloga.